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Aleaiactacismo —Para el día a día—

Actualizado: 1 ago 2021



Me alegra poder decir que esto no es tan intrincado como el pensamiento de Hegel, sino un mecanismo de liberación espiritual bastante sencillo. No obstante, para el filósofo su pensamiento siempre es sencillo, así que por si acaso ejemplificaré bastante. Si el punto anterior ya ha pintado por encima que el Aleaiactacismo es un sistema basado en tirar los dados, ahora queda decir el cómo se puede aplicar esto a la vida. Bien sencillo. Hay situaciones en la vida de toda persona en las que la frustración y la impotencia se adueñan de nuestra mente, el punto es, si tras hacerte la pregunta: «¿hice todo cuanto pude para que el resultado de mis actos fuera satisfactorio?», la respuesta es afirmativa, entonces no merece ni tu tiempo ni tu energía vital alimentar a la Voz de la Conciencia con más preguntas ni exigirle que te señale como culpable cuando has demostrado que no estaba en tu mano que aquello saliera como se quería. En cambio, si la respuesta es negativa, tampoco merece la pena fustigarse eternamente por ello, simplemente graba la moraleja a fuego en tu memoria que para eso están las equivocaciones. Si no falláramos nunca, no seríamos humanos, seríamos dioses. Aspiramos a la perfección y esta aspiración es el motor de nuestras vidas, —o al menos lo era antes— aunque ése es otro tema, pero como no lo somos, vamos a fallar, vamos a caer una y otra vez, es completamente lógico y normal, la diferencia se marca cuando la autocrítica no está viciada, ni hacia el exterior ni hacia el interior, y juzgamos nuestro, a priori, error y tras analizarlo concluimos que, bien fue culpa nuestra, bien no lo fue; ése es el principio del crecimiento intelectual. Y aquí viene el debido ejemplo: Supongamos algo fácil y asequible para todos nosotros, seres mundanos. Supongamos que estás en el instituto y suspendes un examen de matemáticas. Dadas las condiciones de que preguntaste todo lo que no entendías, repasaste el examen varias veces antes de entregarlo, preguntaste en clase todas tus dudas, hiciste, corregiste y rehiciste todos los ejercicios mandados hasta lograr aprender lo nuevo y el tipo de preguntas del examen era desconocido, pero en él entraron problemas, y nunca habías realizado ejercicios de este tipo, y se preguntó el resto de ejercicios de una manera de la cual jamás habías practicado, ¿se te puede acusar de no haber hecho lo suficiente?¿Se te puede responsabilizar de ese suspenso?¿Acaso había algo más que pudieras haber hecho? No. Con todo ello en la mano, ni siquiera puedes sacar una lección de este fracaso, pues tuyo no es, ¿qué es lo que el Aleaiactacismo te dice desde su base estoica? Sigue adelante, no mires al pasado porque no puedes aprender nada de él en este caso y pararte sólo va a generarte una pérdida de tiempo, y tiempo nunca va a sobrar. Ante situaciones adversas, ante las pruebas de la vida, ante los obstáculos del día a día y que luego causan esos remordimientos, esos «¿y si hubiera hecho algo más?», lo que esta filosofía dice es que hagas verdaderamente todo lo que esté en tu mano, esfuérzate, llega al límite y expándelo cada día; crece, pero no permitas que el negativismo se adueñe de ti porque entonces es cuando todo cuanto intentes va a fracasar estrepitosamente y cada vez harás menos hasta que no quieras ni vivir. Cuando hayas hecho todo cuanto podías por un proyecto, ¡lanza los dados!, que sea Dios —o la Fortuna— quien decida si fructifica. He aquí la razón del nombre con el que he bautizado mi pensamiento. Retomando la línea del ejemplo anterior, supongamos que te vas a enfrentar al examen de matemáticas y haces lo descrito antes, es decir, llevas al día los ejercicios, los vuelves a hacer en casa durante la semana de antes para estudiar, preguntas tus dudas en clase, comprendes todo lo dado, pero tienes esa inseguridad de no saber si vas a aprobarlo porque el anterior fue fatídico. Ahora es cuando deberías realizar un juicio a priori para evitar entrar en pánico e ir con confianza hacia tu reto, pues sin confianza y agarrotado es como más fácil es errar. Pregúntate «¿puedo hacer algo más para aumentar mis posibilidades de éxito?» Si la respuesta es afirmativa, pregúntate «¿qué?» y hazlo, si no, pasa página, olvídate de ello, distráete o pon tu atención en otra meta que tengas por cumplir, pues tu responsabilidad en alcanzar el objetivo ya ha cesado, ahora está en manos de Dios.


 
 
 

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