Hablemos de Sexo
- alphonsusxrex
- 1 ago 2021
- 4 Min. de lectura

Antes de continuar con todo el ruido me gustaría haceros una pregunta, ¿sabéis lo que es el sexo?, mejor dicho, ¿sabéis lo que significa el sexo? Yo siento deciros que no. No tenéis ni la más remota idea de lo que es y por eso lo degradáis. Me habláis aquí de unos y otros, de la salud sexual, de que a los jóvenes no nos hablan lo suficiente de sexo, de que soñáis con hacer una orgía, de que os chorree el semen por el cuerpo… y yo ya no aguanto más estos insultos a lo más sagrado y espiritual que tiene la condición afectiva del humano.
El sexo se puede explicar desde dos posiciones diferentes y que, sin embargo, conducen al mismo resultado; éstas son la reproducción y la antropología. Desde la reproducción se explica el carácter monogámico de nuestra especie, ambos sexos quieren que sus genes se preserven y se mezclen con los de otro que pueda aportarles una cualidad que a ellos les falta (como la inmunidad o mayor resistencia a ciertas enfermedades), pero para ello hay una fuerte competición tanto intrasexual (entre los especímenes del mismo sexo por conseguir la oportunidad de copular con la mejor opción) como intersexual (el cortejo). A esto hay que añadirle los determinantes principales para la selección de cópula, que en los hombres es la belleza y en las mujeres el estatus (la capacidad de asegurar la obtención de recursos para ella y su descendencia). Y la razón de que seamos monogámicos es el contrapeso de las querencias enfrentadas de los dos sexos (el hombre quiere la mayor cantidad de hijos posible y la mujer quiere la mejor calidad de hijos posible debido a las diferencias entre las células reproductivas de uno y de otro) sumado al acuerdo intersexual en el cual el hombre consigue recursos para el núcleo familiar y obtiene sexo a cambio y la mujer obtiene la seguridad de las necesidades básicas cubiertas y entrega sexo, así, obtienen lo que buscaban, reproducirse y asegurar la supervivencia de sus genes.
Desde la antropología, y partiendo de la realidad reproductiva inalienable del sexo, todas las culturas han llegado a crear un concepto llamado matrimonio por el cual este pacto animal queda formalizado a través de una serie de ritos y se resguarda de quebrarse tanto por la moral como por el cumplimiento del contrato.
Para hacer todo esto que he explicado fríamente más suave y asimilable, milenios de evolución han dado los procesos fisiológicos que generan emociones en nosotros como el deseo sexual, la atracción o el amor. Estos son los que llevan configurando desde lo más profundo de nosotros todas y cada una de las sociedades existidas y por existir, pues son los que rigen nuestros comportamientos y reacciones en todo momento, pero, en el tema que estoy tratando cumplen un papel aún más fundamental: la supervivencia de éstas. Lo que ocurre con el sexo es que, al estar íntimamente ligado con ese pacto que conlleva reproducción, se posicionó entre nuestro abanico de afectos y, a diferencia de lo que se cree, el sexo no es la representación ni consumación de la atracción, ello son los besos, sino la del amor. Por esto a mí me hacéis enfadar cuando habláis de sexo como de un juego de mero placer o del resultado de la atracción y, pensando así, vais a haceros un daño irreparable que os hará sufrir por siempre. ¿El porqué? Sencillamente porque cuando se juega con un proceso fisiológico, acaba mal. El sexo involucra primero amor, después el acto (liberando una serie de hormonas como la dopamina que realizan una labor de adicción y placer para que se vuelva a realizar en un futuro) y, por último, la concepción. Si rompes con la forma de esto, dañas severamente todo el proceso sexual porque al quedarte con el acto, las hormonas que están diseñadas para provocar el afianzamiento total de la pareja siguen siendo creadas, sin embargo, al no haber una concepción, el cerebro queda confundido, pero si encima la pareja sexual cambia de un acto a otro, lo que le ocurre es que empieza a perder la capacidad de segregar estas hormonas en la misma cantidad, por lo que a mayor número de parejas, menos concentración de hormonas y menor apego a la persona, imposibilitando el amor y viendo a la cópula como un objeto de placer.
El problema mayor de esto viene de lo que se concibe como amor. Mientras somos jóvenes, amor y atracción se superponen y lo que es sólo atracción pasa a ser considerado amor y por eso nos entregamos en carne a nuestra pareja. Desde el primer momento que nos entregamos, firmamos el riesgo de no ser capaces de llegar a permanecer en una relación estable e infinita, pues el sexo, que era lo que buscábamos, lo obtuvimos sin necesidad de comprometernos de manera real mediante el rito del matrimonio, desviándonos del amor y buscando más intensivamente, o explícitamente, el placer del acto.
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