La Defensa de las Armas para la Defensa
- alphonsusxrex
- 7 may 2021
- 3 Min. de lectura

El derecho a defenderse parece irónico que deba ser defendido, pero, desgraciadamente, es el caso de hoy en día en todas las naciones. Las democracias liberales han dado poder a unos miedicas ilusos y llorones que no atienden a razón, que se dejan llevar por el burdo sentimentalismo alimentado por décadas de Estado de Bienestar, y que les ha hecho temer y exigir prohibir toda herramienta de defensa superior a 6 centímetros de hoja. Y el defenderse no puede ser sino a través de las armas, pues es imposible defender algo si no hay con qué defenderlo, palabras no sirven contra alguien que ya ha escogido el camino de la violencia. Si no me crees, intenta persuadir a un ladrón en tu casa a las cuatro de la mañana con meras peticiones verbales.
La tenencia y portación de armas es indispensable en un mundo como el nuestro, un mundo que está masificado, un mundo en el que es más probable ser víctima de violencias. Allí donde los ciudadanos normales, que viven vidas normales sin buscar conflicto alguno, tienen el derecho a guardar y portar un arma de fuego, suelen ser los lugares más seguros del mundo, pues, ¿qué rufián va a querer procurar mal si cualquiera de sus potenciales víctimas es muy probable que vaya armada? A bote pronto se me ocurre Suiza, una nación donde el Ejército es el propio pueblo suizo, los soldados guardan en casa sus armas y es uno de los lugares donde más armas hay por cada 100.000 habitantes. Pero incluso a pesar de no tener prácticamente nunca problemas con ellas, las influencias exteriores están dañando el respeto que tenían los suizos hacia las armas y lo está transformando en miedo, miedo que sus gobernantes aprovechan para promulgar leyes que limitan el derecho a tener y portar armas, y es que un pueblo desarmado y sumiso es mucho más fácil de conducir hacia el abismo que uno armado y pensante.
(Para más información sobre Suiza visita este enlace Armas en Suiza)
El abismo del que hablo no es otro que la dictadura globalista donde no hay patria, no hay familia, no hay verdad universal alguna, sólo relativismo, donde la función del humano no es construir, sino consumir. Este abismo es la degeneración, y los pueblos desarmados llevan muchos más pasos hacia él que los armados por la sencilla razón de que, sólo la remota posibilidad de que la mitad de la población se plante con sus fusiles delante del parlamento por la proclamación de una ley tiránica de los globalistas, es suficiente para persuadirles de ello. No obstante, Estados Unidos tiene un grave problema a pesar de ser la viva imagen de un pueblo armado. Por su estructura federal hay grandes desequilibrios de legislación sobre armas de un estado a otro que van a desembocar en otra guerra civil de carácter muy similar a la anterior: primero se abolirá la 2ª Enmienda de la Constitución, los estados que se nieguen se declararán independientes y formarán su propia coalición y entonces estallará, quien vaya a ganarla o lo que vaya a pasar después no me aventuro a decirlo, no obstante, me atrevería a apostar que los estados interiores, junto con Georgia y Florida, serían los “confederados”.
Ese abismo que he mencionado antes se fundamenta en la búsqueda del consumidor perfecto mientras los magnates socavan toda competencia fuera de su cártel. Es también por ello que gente como Bill Gates promulga la necesidad de aumentar la presión fiscal con el pretexto del Estado de Bienestar. La realidad es que una subida de diez puntos en los tributos nominales para gente como ellos no significa nada, pero para el autónomo que tiene un comercio de barrio supone el cese de negocio.
Es mediante ingeniería social que moldean a su gusto a las personas, sin embargo, y porque la cultura de las armas está adherida a una tradición y unas creencias espirituales que dotan al hombre de razones trascendentales, es que los pueblos armados y educados en la filosofía de la defensa son la piedra de su zapato, pues estas características hacen nulas sus estrategias propagandísticas con las que reeducan a las gentes hasta volverlas hiperconsumistas.
Por todo lo mencionado antes y porque quien vaya a causar daño encontrará la forma siempre, yo defiendo el derecho a la tenencia y portación de armas. Una persona normal no abre fuego indiscriminado contra un grupo, una persona normal no planea el asesinato a sangre fría de aquel que le causa mal en su día a día, una persona normal no desenfunda el arma que porta consigo en una discusión acalorada, sólo quien tiene desequilibrios mentales y emocionales hace todo lo anterior. Pero, desafortunadamente, el paradigma de nuestro tiempo es el de las personas normales desarmadas y desamparadas ante los malhechores, que se camuflan entre las ovejas hasta que muestran los dientes. Dale al rebaño colmillos de igual o mayor tamaño y el lobo se lo pensará dos veces.
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