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La ultraderecha y la violencia

  • Foto del escritor: Ángel
    Ángel
  • 29 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

"La ultraderecha busca la confrontación", "los dos extremos traen la violencia", "Vox provoca violencia" y otras afirmaciones del estilo han sido vociferadas en las últimas semanas, pero ¿que tienen de ciertas?


Podría limitarme a hacer una enumeración de los incontables actos de violencia contra Vox, de cómo el partido no ha devuelto esos ataques nunca, de como siempre ha condenado la violencia, o comentar cifras como que, de los 380 actos de violencia política en Cataluña, el 37% los recibió Vox, el primer objetivo de violencia solo por detrás del Rey.


Todo esto debería bastar para dejar meridianamente claro, que lo que la prensa llama "ultraderecha", no usa la violencia contra sus enemigos; pero no es mi fin, quiero convencerte que a Vox o partidos similares, la violencia les perjudica.


Para comprender la situación política actual hay que entender que la clásica división izquierda-derecha está desfasada. La derecha tradicionalmente se oponía a la apertura en lo "social" mientras que impulsaba el liberalismo económico. Por otro lado la izquierda hacía todo lo contrario, rechazaba la apertura económica por el posible impacto para las clases bajas (sus caladeros principales de votos), pero se abría a un aumento de las libertades sociales.


Esta diferenciación ya no existe, o es ridícula como para que sea transcendente. El tira y afloja de cada bando del espectro político al final ha cedido de un mismo lado: la apertura. Los efectos de esto han sido demoledores: aborto, inmigración masiva, disolución de las identidades nacionales, pérdida de soberanía, deslocalización, desindustrialización de Occidente, y un castigo tremendo a la calidad de las clases medias y bajas.


En este panorama de crisis social, económica y de identidad en Occidente, los partidos tradicionales solo han tenido una solución: más y más apertura, más y más debilitamiento de las naciones. Allá donde el libre mercado ha arruinado a la clase media, los políticos han privatizado más, y han importado más de China. Allá donde los suicidios se han disparado, donde hay más divorcios, donde se impide nacer a los niños con Down, se han dado más y más "libertades."


En este panorama es donde surge el nacionalismo populista (o el término que cada uno considere oportuno), cuya base social es esa "derecha" abandonada por sus partidos, que está en contra de esa apertura social que considera una barbaridad (habitualmente solo parcialmente), y achaca las dificultades económicas a la gestión de la izquierda.


Pero si algo tienen claro este tipo de partidos es que deben aspirar a llegar a prácticamente todos los rincones de sus sociedades. Buena parte de la "derecha" ha adoptado esa apertura social como propia, y las medidas económicas del nacionalismo también causan dudas en esta, a pesar del dudoso éxito de las políticas económicas usadas hasta el momento.


Y aquí viene lo relevante: el nacionalismo necesita a los votantes de izquierda si quiere alcanzar el poder, nunca tendrá el apoyo completo de la derecha.

Posee dos ventajas para atraerlos, en primer lugar que apoyan un mayor proteccionismo económico, lo que puede ser una alternativa atractiva a esas promesas incumplidas de la izquierda. Y, en segundo lugar, que una buena fracción de sus votantes no es partidaria de algunas de las "libertades" sociales más recientes.


Pero el camino a este importante y vital banco de votos que supone la izquierda menos ideologizada, o que teme por su patria, tiene multitud de escollos. En primer lugar, que las aparentes contradicciones (y en algún caso no solo aparentes) económicas del nacionalismo, unidas a la propaganda de los partidos de izquierda les convence que sus propuestas no son diferentes de las de la derecha.


Y, por otro lado, mover a alguien de su postura ideológica es difícil, y más si apenas hay vías de comunicación con él.

Los medios de comunicación suelen evitar hablar de estos partidos, y si lo hacen no es con un tono positivo. Las redes sociales tienen un evidente trato desfavorable hacia el nacionalismo. Y finalmente el nacionalismo hereda la carencia crónica de organizaciones no vinculadas con partidos, pero que defienden alguna causa (Asociaciones feministas, BLM o antifas son un ejemplo) que tenía la derecha.


Ante este panorama desalentador no todo es cal, también hay algo de arena: partidos como Vox o candidatos como Trump movilizan masas como nadie, sus mítines son multitudinarios, son auténticas experiencias, son fiestas.


Y es que, si hay algo que se les olvida a los que afirman frases como las del inicio, es que el nacionalismo no tiene que buscar la confrontación porque ya la tiene.


Una confrontación únicamente política, pero con convicciones tan opuestas a las del contrario, y con la creencia tan profunda de que el futuro está en juego, que Vox o Trump no necesitan paripés o espectáculos para movilizar a sus votantes. Un votante de Vox o de Trump no es únicamente un votante, es un militante, es un soldado político dispuesto a no acomplejarse, a vencer el miedo del "qué dirán".


En resumen, el nacionalismo no necesita golpes de efecto que usen la violencia para movilizar el electorado, a diferencia de la izquierda están permanentemente movilizados; y de hecho, la violencia daña su principal vía de contacto con ese votante de izquierdas que tanto necesitan.


 
 
 

1 Comment


Jorge Soria
Jorge Soria
May 01, 2021

Buen análisis. Creo que aquí tienes la base para un ensayo más profundo sobre el tema.


Un abrazo,


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