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Mi grito es inútil, pero juro que se oirá hasta el último confín.



Al hijo de puta de Rousseau le faltaron hostias por todos los lados, pero hubo dos cosas en las que sí acertó: la necesidad de un pueblo armado y preparado para derrocar a un tirano disfrazado de demócrata y que los gobiernos pugnan constantemente contra la soberanía.


Cada maldito día que pasa en esta Tierra, España y las naciones me demuestran que el pueblo necesita armas.

Hoy han violado nuestras fronteras 10.000 morenos porque los 100.000 anteriores pasaron sin problemas. Al segundo que lo intentase, si los propios españoles le hubieran recibido con fuego real, jamás hubiera entrado, como tampoco hubiera habido nunca un tercero que lo intentase.

¡Señores! Dejémonos de tonterías y aceptemos de una maldita vez que el mundo es hostil y que si a alguien le tiendes la mano, te va a coger el brazo, y como te dejes coger el brazo el que acaba en el hoyo eres tú. ¡Esta existencia es comer o ser comido! La Natura se basa en eso, ¡cojones!


Pero, a pesar de la indignación que me nace ante esto, hay algo más adentro que ha florecido hoy. Ello es una mezcla de rabia y tristeza, una impotencia melancólica. Siento repulsión al escribir hoy en vez de tomar el fusil y avanzar con mis hermanos a la muerte del Sol por defender mi hogar, pero ni sé manejar uno ni dispongo de uno. Y, mientras yo escribo mi frustración, España se aboga a la muerte, envenenada por la mano de sus propios hijos. ¡Ah! Cobardes, eso es lo que somos. Una panda de cobardes que no reaccionamos por el qué dirán, por las consecuencias, por el paternalismo de Estado o porque los blandos de nuestros padres negarían con decepción en los ojos al ver que sus hijos intentan salvar su patria en vez de estudiar para tener posibilidades algún día, lejos de este estercolero.


Sí, este es mi estercolero, este es mi rincón infecto, y quienes le trajeron la enfermedad no fueron otros que los que me precedieron y que hoy se sorprenden, se llevan las manos a la cabeza o incluso reclaman que a nuestro invasor se le trate con cariño. Esos mismos que recibieron una España fuerte, donde había que ser español para sacarle provecho a la tierra y trabajar de sol a sol por mantener vivo su sueño, la vendieron a cambio de un trabajo a sueldo y horario fijo (JAJAJAJAJAJJJJJJJJ) en una oficina del Centro.


Mi grito es inútil, pero juro que se oirá hasta el último confín.

¡VIVA ESPAÑA!


 
 
 

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