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Tensar la cuerda

  • Foto del escritor: PLK
    PLK
  • 10 may 2021
  • 2 Min. de lectura

La mañana del 5 de febrero del año 2000 Lesbir Fahim, un inmigrante marroquí que residía en la almeriense localidad de El Ejido, intentó robarle el bolso a Encarnación López, una chica de 26 años que tenía previsto casarse en marzo de ese mismo año. Sin embargo, ese fatídico día Lesbir la privó de su sueño y de su futuro, pues, cuando la chica intentó resistirse del robo, Fahim la apuñalo en el hígado, matándola casi al instante.


Este hecho, fue la gota que colmó el vaso en El Ejido, no era la primera vez ese año, que un inmigrante marroquí asesinaba a sangre fría a un español. De hecho, ni siquiera era la segunda. Tan solo unos días antes, el 22 de enero, un inmigrante marroquí llamado Cherki Hadij se encontraba lanzándole piedras a un perro, cuando José Ruiz, que se encontraba con su mujer e hijos fue a recriminarle y a pedirle que parara. Hadij, no solo no paró, si no que le lanzó una roca a José, dejándole aturdido y en el suelo. Segundos más tarde, el inmigrante se acercó y lo remató con otro golpe en la cabeza, todo delante de su familia. Tomás Bonilla, el jefe de Hadij, acudió para ayudar a José, pero desgraciadamente, Cherki, con total frialdad le cortó el cuello.


De esta forma, el asesinato de Encarnación solo fue el colmo, para un pueblo que en menos de un mes había visto como tres de sus habitantes habían sido asesinados a manos de inmigrantes marroquíes que, por supuesto, no era la primera vez que daban problemas.


Tensaron tanto la cuerda, que terminaron por romperla. En los días siguientes al asesinato de Encarnación López, se produjeron multitud de disturbios, con vecinos del pueblo organizándose para protestar y pedir por la justicia y la seguridad en las calles, las protestas en un inicio pacíficas, desembocaron en la destrucción de muchos negocios regentados por inmigrantes y el la persecución de algunos por parte de los vecinos. La situación se alargó por días, la policía se vio desbordada y tuvieron que pedir refuerzos de Sevilla, Almería, Málaga, Murcia e incluso Madrid. El descontento de los vecinos por tener que convivir con gente que no solo despreciaba su cultura, si no que atentaba contra la misma, era palpable. Los sucesos trascendieron la prensa local, copando portadas incluso en la BBC, donde se tachaba a los vecinos de salvajes y racistas, aunque no habían matado a nadie, al contrario que los "agraviados".


Finalmente, los disturbios cesaron, pero fueron una muestra de lo que hermandad puede hacer cuando se localiza a un enemigo común. Los policías explicaron que este tipo de protestas son las más peligrosas, pues surgen de manera espontánea, fruto de un descontento general, de algo de lo que casi nadie habla, pero que la mayoría siente. Un sentimiento de que algo no está bien, de que es injusto, de que está fuera de lugar, de que no debería de ser así y de que los que tendrían que hacer algo no hacen nada. Una cuerda que se va tensando hasta que ya no aguanta más.


 
 
 

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